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31/07/23 Compartir:

Recomendación de libros: Matriarca

Matriarca de Gabriela Mistral, Selección y prólogo de Gustavo Barrera. Ediciones Biblioteca Nacional. ¿Qué hacer con un legado? A todos los chilenos y chilenas nos llegó este llamado el año 2007. La palabra “legado” tiene la misma raíz que “delegar”. Un legado “alega” —misma etimología— por no descansar en paz. ¿Quién escucha ese alegato por vivir del legado de Gabriela Mistral? Otro poeta, Gustavo Barrera.

 

Este escritor, uno de los mayores conocedores de este testamento, selecciona poemas inéditos y ofrece otras versiones de poemas ya publicados. Barrera declara su motivación en el prólogo: “Algunas versiones publicadas parecieran escritas por la estatua de Gabriela Mistral y distan bastante del espíritu original de los poemas” (15). Este libro efectivamente nos muestra otra cara de la figura de Mistral.

El título del libro, Matriarca (Biblioteca Nacional, 2023), es certero con la designación que Mistral se asigna en varios poemas del libro. Ese es su otro rostro, su autoconcepción de matriarca no como jefa, sino como la mater que genera una representación para aquellas mujeres que no habían sido visibilizadas. Dejemos que ella misma exprese su idea de matriarca en el poema “Las cuatro”, donde imagina que cuatro mujeres van a visitar su sepulcro y que le hablan así:

Llegamos por la nieve y con la nieve

a tu sepulcro blanco.

Las colinas y los pinos se abren a las mujeres. […]

Recibe el amor, la palabra quebrada

las gratitudes y el voto último […]

aún no sosiegues; escribe soñando;

escribe tú sobre nosotras […]

No te faltaremos, Matriarca,

aunque la noche se nos cierre. (67).

Estas mujeres hacen una promesa, o un voto —como dice Mistral— de “no faltarle” en tanto ella cumpla la petición: escribe tú sobre nosotras. “Sobre nosotras”, por eso, no te faltaremos, Matriarca. Entonces, la palabra “Matriarca” en el poema está relacionada con la escritura y la representación de esas mujeres. Ellas le piden que siga escribiendo sobre mujeres, pero ella, Mistral, está muerta, puesto que las mujeres peregrinan hasta el sepulcro. Empero, no está muerta, porque su escritura sigue escribiendo, gracias al poeta Barrera.

La matriarca da a luz un espacio de escritura donde cobran vida las mujeres pobres, especialmente las madres solteras que tenían que trabajar al mismo tiempo que hacer dormir a sus hijas e hijos. La matriarca no es la jefa, es la que crea una matriz donde hay vida nueva. Hacia el lugar donde está la tierra soñada se peregrina, como hacia el sepulcro que Mistral imaginó para sí, en la nieve, arriba, en la montaña, en Los Andes, como hacia su legado, manantial de más escritura.

“Matriarca” como nombre auto dado aparece también en el poema “Pies errantes”, que Barrera ha seleccionado con agudeza. En “Pies errantes”, Mistral trabaja la paradoja que domina su subjetividad de artista, diciendo: Matriarca y encenizada / media integra y desgarrada, / llena de ímpetu y de derrota (27). “Matriarca” en tanto sujeta a la que se le reconoce su labor matricial, pero también “encenizada”, cubierta de ceniza, labor no reconocida. Mistral usa la palabra “encenizada” en su versión de “La cenicienta”, para referirse a la trabajadora de casa de piel morena. Se autorrepresenta entonces como una mujer reconocida, la matriarca, y no reconocida a la vez, ¿paradoja de la situación de las mujeres de su época? Las paradojas continúan con media íntegra y desgarrada, por un lado sujeto completo en su orientación ética, ser un sujeto integro; pero a la vez estar desgarrado, estar cortado, tajeado, herido por algo. Y cierra las contradicciones con llena de ímpetu y de derrota. Ímpetu, fuerza, posibilidad de hacerse camino y de abrir un camino, pero también derrota. Porque la fuerza de la caída es igual a la fuerza con que nos levantaremos: tras la derrota, el duelo, y finalizado el duelo, el ímpetu de abrir caminos.

La edición de Barrera nos permite ver cómo Mistral construye remiradas sobre mujeres de la mitología y mujeres contemporáneas a ellas, las que son tocadas en esta selección de Barrera. Ahí está el poema “Casandra” que indaga sobre la mujer a la cual no se le cree lo que dice. Casandra recibió de Apolo el don de la profecía, pero como ella decidió no continuar la relación, él la maldijo con que nadie creería en sus visiones. Así, cuando ella previene a su amante Agamenón que su esposa los matará, nada puede impedir que ocurra. Mistral le da una voz terrible a Cassandra hablándole a Clitemnestra: mira el rostro de la mujer/ [a] quien amó el que no te ama /y vaciado por ti como tu vaso, / sigue y seguirá amándome en el Hades (108). Varios asuntos mistralianos se juntan aquí: la idea del amor más allá de la muerte llevado al extremo, como en “Sonetos de la muerte”, y el papel de las mujeres en la historia de la especie.

Barrera comprende la importancia del mundo de las mujeres en la poesía de Mistral, empatiza con ese escribe sobre nosotras y por ello selecciona poemas que hablan de ellas y de sus apariciones públicas y de sus fiestas privadas. El poema “Ágape” describe la fiesta lésbica:

Cinco somos nosotras y de cinco

patrias, y juntas hoy, por acordarnos

en la manzana, en la aloja, el zapote

y el pan amasado.

Las cinco van a ser una sola

y nos juntamos por apresurarlo.

Para nombrarlas nos hacemos cita

a hurtadillas de tierra y aire extraños.

Como la llama, el guanaco y la vicuña,

también como enamorados. (154).

El ágape, ese banquete donde parte central del eros es la conversación, fue estudiado por Julia Kristeva como la forma magnífica del amor. Mistral lo practicó en este poema. En el ágape de la poeta, juegan un rol central la comida, que identifica la procedencia de cada una de las invitadas, y el secreto, pues se reúnen a hurtadillas, con el cuidado que tienen la llama, el guanaco y la vicuña al andar. Nuevamente, su comparación trae al mundo andino a la escena, porque ese mundo configura su subjetividad.

Las mujeres andinas ocupan un lugar central en la representación de este libro. Leamos parte del poema “Rondas”, donde observaremos que se trata de una ronda andina y no de cualquier ronda:

Solo doce muchachas en giro

Solo doce muchachas bailando.

Y el día blanquidorado

y el río rezongador

y las muchachas atarantadas

de montañas con resplandor.

Solo diez por la costumbre

las diez con nombre cantador:

Rosa, María, Luz, Amelia,

Florida, Violeta, Concepción.

Y las montañas respondiendo

como personas que ellas son

Cerro del Fraile, Cerro del Viento,

Cerro del río, Cerro del Sol.

Llamados, gritados y vivos

respondiendo con bulto y voz.

Nos oigan los que no cantan

y vendimian bajo el sol

y quieren ser regaloneados

de un canturreo y un amor. (62).

La ronda parte primero con doce doncellas, luego quedan diez y luego siete. ¿Qué ha pasado con las otras jóvenes? Ellas, ¿han respondido a la montaña con su cuerpo? ¿Estaban ellas cegadas por la luz del sol? Caminando atarantadas, ¿se han despeñado? La ronda mistraliana parece ser parte de un rito andino, donde las doncellas eran ofrendas a las montañas, consideradas seres vivientes, como lo dice el poema. Esta ronda está hecha para ser escuchada por los campesinos y campesinas que no cantan, pero obtienen los frutos de la tierra andina. Mistral se incluye dentro de las doce mujeres, marcando allí su linaje: Aunque Lucila las dejó, /va por las rutas, va mentándolas. Si bien Lucila viajó a otras tierras, Mistral continuó allí, escribiendo sobre esas montañas y su cultura. En relación a esa escritura sobre las montañas es que Mistral reivindica para sí el nombre matriarca.

Además de matriarca, Mistral se caracteriza —en la selección de Barrera— como indígena y errante, india muda trotadora  se llama a sí misma (“Pies errantes” 28). Para la de pies errantes, el cielo se moverá en cada viaje, el cielo será como un río (29) hasta que aborde su última barca. Sorprende que diga “muda”, pero si recordamos la novela El obsceno pájaro de la noche de José Donoso, sabemos que el mudo narra la historia. Porque hay una dificultad del decir que lleva a la escritura. En la lengua que hablaban los demás no cabía la poesía de Mistral y ella lo sabía. Por eso, dice: fuera de ti tu canción fue tu mofa (21). ¿Se refiere a la burla que ciertos vanguardistas experimentales hacían de ella, encontrándola anticuada? Descalificación que aún persiste cuando la llaman posmodernista, ella no es pos nada, es antes que todo, la que cantó plegarias a la cordillera, la que escribió la canción de cuna quechua. Ese ritmo sobre el cual dice: un ritmo casi criatura / me purifica y me devasta / me da paz y guerra (25). Mistral está consciente que ella instala otro ritmo en la poesía chilena.

Ese ritmo andino es también una manera de ser, donde la montaña de piedra que es Los Andes, por este lado del Tahuantinsuyo, posee formas de querer, de comer, de hablar y de caminar que Mistral confirma hasta el final de sus días. Barrera ha puesto casi al final del libro el poema “Tierra alta” donde ella manifiesta sus gustos y también lo que le desagrada:

Yo nací en la tierra alta

donde golpean las estrellas

y los aires son muy agudos

en donde la piedra es mucha

y en su lomo la flor es poca.

[Cuando] viene a la tierra baja

conocí el olivo, el ganado,

pisé la víbora, toqué la iguana,

[oí] silbar a la mentira.

Bajé a ver cómo ellos vivían,

como querían y rezaban.

Mas no me he aprendido sus casas

ni sus pobres besos distraídos

ni su oración de migas rotas. (157).

En el poema, el mundo occidental del olivo y del ganado es el mundo de la víbora y de la mentira. En ese mundo se reza y se besa insípidamente. Ella no entra a esas casas ni a ese mundo, ella permaneció siempre en la patria de roca. Barrera nos proporciona una edición y selección de poemas que traen al legado lo que había estado relegado de la Matriarca.

magda sepúlveda eriz

Coordinadora de la Cátedra Gabriela Mistral (celich), Pontificia Universidad Católica de Chile.

* Texto leído en la sala Ercilla de la Biblioteca Nacional, 22 marzo 2023.


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